miércoles, 14 de agosto de 2013

Aquel beso en el alba de diciembre

¡Dame un beso mañanero, dijiste, para despertarme bién. Y yo te dije...
¡Déjame renacer en este día Domingo de Diciembre y dejar en tu boca todo el amor que cabe en el planeta, para semillarnos días de alegría y newen, con la fuerza originaria de la vida, unida a tí por profecía, en regaloneado beso mañanero!

¡Y fué! Un beso abierto... hambriento, lento, intencionadamente intenso, jugoso, sin reservarnos nada, a ojos cerrados, despegados del suelo y de todo, como si sólo tuviéramos el alma y las bocas encontradas.

¡Fué un beso de guarda, de antiguos arpegios de 20 años de Domingos sin besar!
¡Fué un beso de concierto, de pieza de cierre triunfal, explotado con timbales y violines tremolados en una sola nota -como nosotros- y en todas las octavas...
¡Fué un beso de café y de chocolate derretido, de pétalos de botón de rosa, de agüita santa vertiendo de todos nuestros poros, mojado en la lluvia de tus versos incubándose, de versos asomados, secretos, a compás de la complicidad, atemporal, desquiciado, aún lleno de estrellas y respirando las ráfagas de mar que tienes en el cuerpo, reventadas en la arena anhelante de mi boca que movía cascabeles en tu espalda.
¡Fué un beso animalado, con ruido de alas, enmielado y bendecido de locura, sin saber más que eras tú, a la mitad del tiempo, de tu ruego, de tu hambre tocando el hambre mía.

¡Ayy hombree... qué beso que nos dimos, temblados de placer interminable, desfachatados, a ciegas, sin cabeza, sin ruta, de curso liberto e ignorado hasta hoy día, es un beso que nos dura todavía, en cada despertar, rompiendo el alba!

Tu Moni, en otra mañana de Domingo.

Copyright © 2013 Mónica Mares

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